La madrugada del pasado viernes, Alejandro Enciso, exdiputado local de Hidalgo, protagonizó un episodio que desnuda la impunidad y el desprecio por la ley que campea en nuestra clase política. Durante un operativo alcoholímetro en el bulevar Felipe Ángeles, frente al Tecnológico de Monterrey en Pachuca, Enciso intentó evadir la prueba de alcoholemia con una maniobra burda: cambió de asiento con su chofer. Pero la humillación no terminó ahí. En un acto de abierta provocación, lanzó un pastel a los policías municipales que solo cumplían con su deber. Este acto, lejos de ser un simple desliz, es la muestra palpable de cómo algunos políticos se sienten por encima de la ley y de la autoridad.
Lo que para cualquier ciudadano habría sido un motivo de sanción inmediata, para Enciso fue un espectáculo de soberbia y desprecio. Su intento de evadir la ley fue tan evidente como su falta de respeto al lanzar un pastel a quienes lo detenían. El video que circula en redes sociales no solo exhibe su actitud prepotente, sino que lo convierte en la burla de una sociedad que ya no tolera más abusos. Memes, críticas y comentarios se multiplican, retratando a un político que se cree intocable y que, sin embargo, quedó expuesto y humillado.
Este episodio no es un accidente aislado en la trayectoria de Enciso. En marzo pasado, protagonizó un accidente vial sin enfrentar consecuencias legales, un patrón que revela la protección institucional que disfruta. Su carrera política está manchada por denuncias de abuso de poder, tráfico de influencias y corrupción. La impunidad que goza no es casualidad, sino el resultado de un sistema que protege a los suyos y castiga a los ciudadanos comunes.
La viralización del video ha encendido la indignación social. Ciudadanos y organizaciones civiles exigen que Enciso sea sancionado con la misma severidad que cualquier ciudadano. Hashtags como #EncisoHumillado y #JusticiaParaPachuca reflejan el hartazgo de una sociedad que ya no quiere más privilegios ni más impunidad.
La ausencia de consecuencias para Enciso pone en evidencia la red de influencias que protege a ciertos políticos. Mientras la justicia falla en actuar, la ciudadanía pierde la confianza en las instituciones. Este caso es un llamado urgente para que las autoridades actúen con transparencia y firmeza, garantizando que nadie esté por encima de la ley.
El escándalo ha dejado una marca imborrable en la reputación de Enciso. De aspirante con futuro político, pasó a ser un símbolo de arrogancia y desprecio por la autoridad. En tiempos donde la exigencia social es por honestidad y responsabilidad, Enciso representa todo lo que la ciudadanía rechaza.
Este caso debe ser un punto de inflexión. La justicia debe aplicarse sin distinción y con rigor. La sociedad hidalguense exige que Enciso y otros políticos con historial similar sean sancionados para restaurar la confianza y acabar con la cultura de privilegios.
Alejandro Enciso quedó al descubierto como un político arrogante, impune y sin respeto por la ley. Su comportamiento lo convirtió en la burla de todos y en un emblema de la impunidad que debe terminar. La ciudadanía exige justicia, transparencia y un cambio real en la política local.
Por si algo faltara en su historial, hace apenas unos días Alejandro Enciso volvió a ser noticia, hace poco protagonizó otro ridiculo: como el político borracho en el estadio Hidalgo, la emblemática casa de los Tuzos del Pachuca. Diversos testigos relatan que su actitud provocadora y altanera no solo incomodó a los asistentes, sino que generó disturbios y obligó a la intervención del personal de seguridad. Con este episodio, Enciso refuerza su imagen de político conflictivo, incapaz de mostrar respeto por la convivencia ciudadana. Queda claro que para él, ni el futbol ni la ley son espacios donde se sienta obligado a comportarse con decencia o responsabilidad.