Por corrupción Wenceslao de Jesús Vergara Ybarra, hasta hace poco titular del Centro Estatal de Sanidad Vegetal de Hidalgo (Cesaveh), se ha convertido en el rostro más visible de la corrupción agropecuaria en la entidad. Su ascenso meteórico y su caída estrepitosa resumen la podredumbre institucional y el cinismo con el que se manejan los recursos públicos en Hidalgo. Lo que empezó como rumores de desfalcos y tráfico de influencias terminó en un escándalo judicial que hoy lo tiene tras las rejas, acusado de secuestro, y amenazas contra una trabajadora del propio organismo.
La gestión de Vergara Ybarra fue, desde el principio, un catálogo de irregularidades. Según la investigación de Criterio Hidalgo, bajo su mando el Cesaveh se convirtió en una auténtica caja chica: compras a sobreprecio, desvío de recursos, facturación simulada y un manejo discrecional de los fondos públicos. Destaca la compra de microscopios, cuyo valor real ronda los 32 mil pesos, pero que en las cuentas del Cesaveh aparecieron facturados hasta en 100 mil pesos cada uno. Este modus operandi no era la excepción, sino la norma: también se detectó un faltante de más de 781 mil pesos en materiales e insumos, una anomalía que fue notificada al Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), aunque hasta ahora la dependencia federal ha guardado silencio absoluto.
El dispendio no se detuvo ahí. En dos años, se reportaron gastos injustificados por 1.5 millones de pesos en mantenimiento de vehículos y otros 5 millones en combustibles, sin bitácoras ni documentación que respalde el uso de esos recursos. Todo esto mientras el Cesaveh recibía más de 21 millones de pesos anuales de presupuesto público, recursos que, según testimonios internos, eran manejados con total opacidad y sin controles efectivos.
Vergara Ybarra no solo ignoró los estatutos internos del Cesaveh, que limitan la gestión del titular a un año, sino que extendió su periodo a un segundo año, blindado por una red de complicidades políticas y administrativas. Trabajadores del organismo han denunciado que bajo su administración se instauró un clima de hostigamiento, amenazas y represalias para quienes se atrevieran a cuestionar o denunciar las irregularidades. El miedo y el silencio se convirtieron en la política institucional.
El 29 de abril de 2025 marcó el punto de quiebre. Vergara Ybarra fue detenido junto a tres de sus colaboradores cercanos -Helen Gómez Martínez, José Eduardo Chávez Hernández y Leodegario Morales Escobar- por su presunta participación en el secuestro y amenazas contra Juana Lorena Reyes Reyes, una trabajadora que se atrevió a denunciar las anomalías. Según el expediente judicial, la víctima fue privada de su libertad y amedrentada dentro de las instalaciones del Cesaveh, en un episodio que ilustra la violencia institucional y la impunidad con la que operaba el grupo de Vergara Ybarra. Los cuatro funcionarios fueron ingresados al Centro de Reinserción Social de Pachuca y puestos a disposición de un juez penal de control, según confirmaron La Jornada y El Universal.
Hasta el momento, la Secretaría de Desarrollo Agropecuario estatal no ha emitido ningún posicionamiento oficial sobre la detención de Vergara Ybarra ni sobre el cúmulo de anomalías que arrastraba su administración. Sin embargo, personal del Cesaveh ha anunciado que presentarán denuncias formales respaldadas por documentación y testimonios de empleados dispuestos a declarar públicamente sobre las anomalías y el ambiente de intimidación que imperó bajo la gestión de Vergara Ybarra. La gente de Atotonilco lo describe como un adulador desmesurado, que no ha llegado a ningun puesto sin dejar de “lamer botas”, se dice que ha hecho esto con cualquiera que tenga un poco de poder, en su momento barbeó incansablemente al grupo de Chong, luego al de Carolina Viggiano, y actualmente ya estaba formado besando la mano de Cuahutemoc Ochoa, el senador.
La caída de Vergara Ybarra ha puesto bajo la lupa la falta de auditorías y controles en el Cesaveh y ha encendido las alarmas sobre la urgente necesidad de transparencia y rendición de cuentas en el manejo de recursos públicos en Hidalgo. El caso es ya un símbolo del hartazgo social ante la impunidad y el saqueo institucional, y deja en evidencia cómo un funcionario puede pasar de ser el “zar” del sector agropecuario a convertirse en el fichita más célebre de la administración pública hidalguense.
Y para rematar, entre los priistas que militaron en el Frente Juvenil Revolucionario (FJR) y en los pasillos políticos de Atotonilco, siempre se refirieron a Wenceslao Vergara Ybarra con sorna: “ese solo es un gato de Lechuga”, en alusión a su papel de operador menor y subordinado de caciques locales como Antonio Lechuga Reyes. Era visto como un personaje gris, sin mayor peso propio, que solo ejecutaba órdenes y hacía el trabajo sucio de otros. Pero ese “gato” terminó controlando el Cesaveh y protagonizando uno de los mayores escándalos de corrupción y abuso de poder en Hidalgo. Ahora, tras su detención por corrupción y secuestro, su paso de “gato” a fichita mayor del sector agropecuario hidalguense queda como ejemplo de cómo la impunidad, el clientelismo y la falta de controles permiten que personajes menores se conviertan en protagonistas del saqueo institucional.
Por su parte, Antonio Lechuga Reyes, conocido en su momento como uno de los operadores priistas más cercanos al poder de Osorio en Hidalgo. Su papel como secretario particular del exgobernador Osorio le dio acceso a algunas esferas más altas de la toma de decisiones y le permitió tejer redes de influencia y clientelismo en municipios como Atotonilco y Pachuca. Sin embargo, el tiempo y los cambios de grupo lo han dejado fuera del tablero: hoy, Lechuga Reyes está completamente desaparecido de la escena política, sin cargos, sin reflectores y, según coinciden voces dentro del PRI, sin futuro en la vida pública. De aquel personaje influyente y temido, solo queda el recuerdo de sus maniobras y el apodo que le sigue pesando entre quienes lo conocieron en su época de poder.