Ahí está, bien puesta y bien seca, la única alberca olímpica de Hidalgo, en el Polideportivo La Plata. Nunca ha visto una competencia, ni un chapuzón, ni un solo hidalguense entrenando para romper récords. Pero sí, eso sí, ya va a tener de vecinas unas oficinas gubernamentales bien bonitas, porque aquí lo que importa es el escritorio, no el deporte.
Mientras los trajes y las corbatas estrenan oficinas, la piscina sigue acumulando polvo y promesas rotas. ¿Frustrante? Claro, más que ver a tu equipo perder la final en penales. Si al menos tuviera agua, ahí se ahogarían las lágrimas de los atletas que sueñan con una oportunidad. Pero no, ni eso. Solo queda mirar cómo el elefante blanco crece y crece, herencia de políticos que solo saben cortar listones y salir en la foto.
La SEPH dice que ahora sí la va a rescatar, que ya mero, que ya casi. Pero los años pasan y la alberca sigue igual: seca, sola y olvidada. Así está el deporte en Hidalgo, sobreviviendo de milagro, porque si no fuera por el Club Pachuca y por el oro de Raúl Jiménez, ya ni para soñar medallas tendríamos.
Pero bueno, que sigan inaugurando oficinas y dejando que la alberca se pudra, total, aquí lo importante es el show, no el fondo. Y mientras tanto, los tritones y sirenas hidalguenses seguirán esperando el milagro… o buscando agua en otro lado.
Y qué dira la leyenda El Conejo?
