mayo 15, 2025
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El tecnofeudalismo: La verdadera amenaza tras el auge apocalíptico de la élite tecnológica

El tecnofeudalismo: La verdadera amenaza tras el auge apocalíptico de la élite tecnológica


Esta primavera del 2025, The Guardian publicó un ensayo de Naomi Klein y Astra Taylor que ha resonado en los círculos políticos y tecnológicos de ambos lados del Atlántico. En “The Rise of End Times Fascism” (El auge del fascismo del fin de los tiempos), las autoras advierten sobre una nueva ola de supremacismo y nihilismo de élite, en la que figuras como Donald Trump y Elon Musk representan no solo una amenaza política, sino la consolidación de un nuevo orden social: el tecnofeudalismo.


Del capitalismo de mercado al feudo digital

Durante buena parte del siglo XX y los albores del XXI, el capitalismo de mercado fue el motor de la innovación, la movilidad social y el progreso. El mercado, con todas sus imperfecciones, ofrecía un espacio de competencia, negociación y ascenso social. La propiedad privada y la libertad de empresa eran los pilares de un sistema que, pese a sus desigualdades, permitía a millones de personas mejorar su calidad de vida.

Sin embargo, la revolución digital ha reescrito las reglas del juego. Las grandes plataformas tecnológicas —Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft, y los nuevos titanes de la inteligencia artificial (AI titans)— ya no compiten entre sí: gobiernan vastos territorios digitales con la autoridad de monarcas absolutos (absolute monarchs). No ofrecen libertad, sino acceso condicionado. Bajo el barniz de la personalización y la eficiencia, el usuario se convierte en súbdito de un puñado de señores digitales (digital lords) que controlan datos, algoritmos y, cada vez más, la vida cotidiana.

El tecnofeudalismo, como advierten Klein y Taylor, no es solo una teoría académica; es una realidad que se palpa en la concentración de poder, la opacidad de las plataformas y la erosión del espacio público. La pregunta es incómoda, pero necesaria: ¿estamos dispuestos a entregar nuestra autonomía a cambio de comodidad y acceso inmediato?


Apartheid en red: ciudades privadas, plataformas cerradas y la cultura del búnker

Uno de los aportes más inquietantes del artículo de Klein y Taylor es su descripción del “apartheid en red” (networked apartheid): plataformas digitales y enclaves físicos donde unos pocos tienen acceso a servicios, protección y oportunidades, mientras el resto queda confinado a la precariedad y la vigilancia.

Las autoras documentan cómo la élite tecnológica impulsa proyectos de ciudades privadas, plataformas cerradas y hasta búnkeres de lujo, preparándose para un futuro donde la mayoría queda excluida del bienestar y la protección. Este “apartheid en red” no es solo un síntoma de desigualdad, sino el diseño deliberado de un orden donde los privilegios son heredados y la movilidad social, un mito.

No es alarmismo: basta observar el auge de las “freedom cities” (ciudades de la libertad) y los experimentos de seasteading (ciudades flotantes) para entender que la fragmentación social ya no es un accidente, sino un objetivo. El mensaje es claro: si no formas parte del club, prepárate para sobrevivir en la intemperie digital.

La cultura del búnker (bunker culture), que antes parecía una excentricidad de multimillonarios paranoicos, hoy se convierte en la norma para una élite que ha renunciado a cualquier proyecto común de futuro. El impulso a construir refugios de lujo, diseñar plataformas cerradas y prepararse para el colapso es la manifestación extrema del tecnofeudalismo: la renuncia a la solidaridad y la apuesta por la supervivencia individual.


Psicología del colapso: miedo, tribalismo y resignación

El auge del “fascismo del fin de los tiempos” no puede entenderse sin analizar la psicología del colapso. Klein y Taylor exploran cómo la visión apocalíptica del futuro refuerza el miedo, el tribalismo y la resignación. Las élites, lejos de buscar soluciones colectivas, apuestan por el aislamiento y la supervivencia individual.

Este “supervivencialismo supremacista” (supremacist survivalism) se traduce en una ética de la indiferencia: dejar que la Tierra arda, mientras unos pocos se preparan para sobrevivir en refugios de lujo o plataformas digitales cerradas. Es un pensamiento nihilista en su núcleo, que justifica la desigualdad extrema y la exclusión de la mayoría, bajo la lógica de que solo algunos merecen salvarse.

Desde una perspectiva psicológica, la narrativa del “fin de los tiempos” (end times narrative) refuerza el tribalismo, la búsqueda de líderes fuertes y la aceptación de jerarquías rígidas. El individuo, enfrentado a la incertidumbre y al caos, busca refugio en estructuras cerradas, ya sean plataformas digitales, comunidades ideológicas o refugios físicos. La autonomía se sacrifica por la promesa de protección, aunque esa protección implique sumisión.


El algoritmo como señor feudal: vigilancia, control y simulacro

En el tecnofeudalismo, la tecnología no es solo una herramienta, sino el escenario mismo donde se juega la partida. Las plataformas digitales no solo median la experiencia social y económica, sino que la diseñan, la limitan y la explotan. El usuario es simultáneamente productor, consumidor y objeto de vigilancia. Cada clic, cada dato, cada interacción alimenta el poder de los nuevos señores feudales digitales (new digital feudal lords).

La ilusión de libertad y personalización esconde una realidad de dependencia y explotación. El algoritmo premia la conformidad, penaliza la disidencia y convierte la vida cotidiana en una sucesión de microtransacciones controladas desde arriba. La democracia, en este contexto, se reduce a la ilusión de elección dentro de los límites impuestos por las plataformas.


La izquierda global: acusaciones, hipocresía y la crisis de la solidaridad

Mientras Klein y Taylor —y buena parte de la intelectualidad progresista— acusan a la élite tecnológica de “neofascismo” (neo-fascism), no dejan de llamar la atención ciertas contradicciones. La izquierda global (global left), tan rápida para denunciar el cierre de fronteras y la falta de hospitalidad, rara vez predica con el ejemplo.

No es difícil encontrar en los debates públicos a activistas que exigen políticas de puertas abiertas para migrantes y refugiados, pero que en la práctica no estarían dispuestos a acoger a uno solo en su propio hogar (they are not willing to welcome even one in their own home). El discurso de la inclusión se queda en la superficie, mientras que la realidad cotidiana revela una distancia abismal entre la retórica y la acción.

Más aún, los datos sobre criminalidad entre ciertos grupos migrantes —especialmente en Europa, donde millones de personas provenientes de Medio Oriente han llegado en la última década— han alimentado la percepción de inseguridad y han sido instrumentalizados tanto por la derecha como por la izquierda. Sin embargo, la solución no puede ser ni el cierre total ni la ingenuidad multiculturalista. La verdadera solidaridad implica responsabilidad, integración efectiva y respeto a la ley.

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