Haj Amin al-Husseini, el gran muftí de Jerusalén y líder del movimiento nacionalista palestino durante el Mandato Británico, es una figura cuya historia está marcada por su colaboración con el régimen nazi. Su alianza con Adolf Hitler no solo reflejó intereses políticos compartidos, sino también un odio visceral hacia los judíos que trascendió fronteras. Este capítulo oscuro en la historia del conflicto árabe-israelí ha sido objeto de debate y controversia, especialmente por las implicaciones de su papel en el desarrollo del Holocausto.
Haj Amin al-Husseini ascendió al poder como gran muftí de Jerusalén en 1921, convirtiéndose en la voz más influyente entre los musulmanes palestinos. Desde este puesto, lideró campañas violentas contra los judíos y británicos, como los pogromos de 1920 y 1929, que resultaron en la destrucción de comunidades judías históricas como la de Hebrón. Su oposición al establecimiento de un estado judío en Palestina fue absoluta, y no dudó en buscar aliados internacionales para frenar lo que consideraba una amenaza existencial.
En la década de 1930, al-Husseini lideró la Revuelta Árabe (1936-1939), financiada en parte por Alemania e Italia. Su relación con los nazis comenzó a consolidarse cuando huyó de Palestina tras ser acusado de incitar a la violencia contra los británicos. En su exilio europeo, encontró refugio en Berlín y se convirtió en un colaborador cercano del régimen nazi.
Uno de los momentos más polémicos de esta alianza ocurrió el 28 de noviembre de 1941, cuando al-Husseini se reunió con Adolf Hitler en Berlín. Según declaraciones del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en 2015, Hitler inicialmente quería expulsar a los judíos de Europa, pero fue al-Husseini quien lo convenció de exterminarlos. Netanyahu afirmó que cuando Hitler preguntó qué hacer con los judíos que no podían ser expulsados, el muftí respondió: “Quémalos”.
Aunque esta afirmación ha sido desmentida por historiadores como Dina Porat y Yehuda Bauer, existen testimonios que sugieren que al-Husseini sí promovió medidas extremas contra los judíos. Dieter Wisliceny, un oficial de las SS cercano a Adolf Eichmann, declaró en los juicios de Núremberg que el muftí había sugerido la “Solución Final” como una forma de evitar que los judíos emigraran a Palestina. Aunque muchos consideran que Wisliceny intentaba desviar la responsabilidad del Holocausto hacia al-Husseini, la reunión entre ambos líderes refleja cómo intereses estratégicos y odios compartidos pudieron converger.
Es importante señalar que para cuando al-Husseini se reunió con Hitler, el Holocausto ya estaba en marcha. Los nazis habían asesinado a casi un millón de judíos en territorios ocupados y se habían iniciado las construcciones de campos de exterminio como Auschwitz. Sin embargo, el respaldo ideológico y político del muftí reforzó las políticas genocidas nazis y amplificó el antisemitismo en Medio Oriente.
La colaboración entre al-Husseini y el régimen nazi no se limitó a reuniones diplomáticas. Desde Berlín, dirigió transmisiones radiales en árabe que incitaban al odio contra los judíos y promovían la causa nazi entre las poblaciones árabes. En estas emisiones justificaba el genocidio como una medida necesaria para proteger a Palestina del “peligro sionista”. Además, utilizó su influencia para diseminar propaganda antisemita basada en teorías conspirativas sobre el control mundial judío.
Al-Husseini también desempeñó un papel clave en el reclutamiento militar para las Waffen-SS. Organizó unidades como la 13ª División de Montaña “Handschar”, compuesta por musulmanes bosnios que participaron activamente en crímenes de guerra bajo las órdenes nazis. Estas tropas fueron responsables de masacres contra civiles serbios, judíos y gitanos en los Balcanes. Su entusiasmo por las políticas nazis era tan ferviente que incluso se le atribuye haber visitado Auschwitz para supervisar el funcionamiento del campo de exterminio, aunque esta afirmación no ha sido verificada completamente.
La colaboración activa de Haj Amin al-Husseini con Hitler dejó una marca imborrable tanto en su reputación como en la percepción internacional del movimiento palestino. Aunque sus acciones fueron impulsadas por intereses políticos estratégicos —como impedir la creación de un estado judío— su adopción del antisemitismo nazi contribuyó a reforzar narrativas antijudías que persistieron durante décadas.
Tras la derrota alemana en 1945, al-Husseini escapó a Egipto y continuó promoviendo propaganda antisionista hasta su muerte en Beirut en 1974. Mientras algunos lo ven como un líder nacionalista que luchó por la independencia árabe frente al colonialismo británico y el sionismo, otros lo consideran un colaborador oportunista cuya alianza con uno de los regímenes más brutales del siglo XX dejó una mancha imborrable sobre su legado.
La alianza entre Haj Amin al-Husseini y Adolf Hitler es un recordatorio inquietante de cómo intereses políticos pueden converger con ideologías extremas. Aunque Hitler ya había concebido el Holocausto antes de conocer al muftí, su apoyo ideológico y político reforzó las políticas genocidas nazis y amplificó el odio hacia los judíos más allá de Europa.
Este episodio sigue siendo objeto de debate histórico. Para algunos críticos, simboliza cómo ciertos sectores palestinos estuvieron dispuestos a colaborar con uno de los regímenes más brutales del siglo XX para cumplir sus objetivos políticos. La figura del muftí permanece como un símbolo incómodo dentro del movimiento palestino: un líder cuya lucha contra el sionismo estuvo marcada por alianzas extremas y acciones que trascendieron cualquier límite moral o ético.
