El Tren México-Querétaro, uno de los proyectos ferroviarios más ambiciosos del gobierno federal, busca conectar Ciudad de México con Querétaro a través de una ruta estratégica que incluye a Tula, Hidalgo, como uno de sus puntos clave. Sin embargo, este megaproyecto enfrenta desafíos históricos y sociales que han puesto en jaque su avance. Las demandas de los ejidatarios locales, sumadas a los ecos de proyectos fallidos en el pasado, reflejan las complejidades de un desarrollo que promete progreso, pero que también revive viejas heridas.
El Tren México-Querétaro fue anunciado como parte del Plan Nacional de Infraestructura para mejorar la movilidad en el centro del país. Este tren híbrido (diésel-eléctrico) recorrerá aproximadamente 225 kilómetros con una velocidad promedio de 120 km/h y conectará estaciones clave como Buenavista (Ciudad de México), Tula (Hidalgo), San Juan del Río (Querétaro) y Querétaro capital. La obra está programada para iniciar formalmente en abril de 2025 y concluir en 2028. Su objetivo principal es reducir los tiempos de traslado a menos de dos horas y fomentar el desarrollo económico regional.
Sin embargo, este no es el primer intento por construir esta ruta ferroviaria. En 2014, durante el gobierno federal anterior, se planteó un proyecto similar: un tren de alta velocidad que prometía ser el primero en su tipo en Latinoamérica. Aquella iniciativa terminó cancelada debido a acusaciones de corrupción y conflicto de interés, dejando una huella de desconfianza en las comunidades afectadas.
En Tula de Allende, la inclusión del tren ha generado tanto expectativas como tensiones. Durante una reunión informativa reciente en la colonia La Malinche, ejidatarios locales dejaron claro que no permitirán el avance del proyecto sin antes resolver problemas históricos.
Entre las principales demandas destacan:
Estas demandas reflejan un profundo descontento con proyectos anteriores que dejaron a las comunidades sin respuestas ni indemnizaciones adecuadas.
Las autoridades federales han señalado que este proyecto será ejecutado bajo estrictos estándares técnicos y sociales. Ingenieros militares estarán a cargo de las obras principales, mientras que estudios ambientales buscarán mitigar impactos negativos. Además, se ha informado que no habrá expropiaciones adicionales sin acuerdos previos con los propietarios afectados.
A nivel estatal, se ha destacado la importancia del tren como motor económico para la región. Autoridades han subrayado que este proyecto representa una oportunidad histórica para mejorar la calidad de vida en Hidalgo y Querétaro. Sin embargo, también han reconocido la necesidad urgente de atender las preocupaciones legítimas de las comunidades afectadas para evitar retrasos significativos.
Las demandas locales no son nuevas: tierras tomadas sin pago justo, inundaciones devastadoras y promesas incumplidas han alimentado décadas de desconfianza hacia los proyectos gubernamentales. Afuera del auditorio, mientras caía el sol sobre los campos afectados por las inundaciones pasadas, quedaba claro que este tren no solo transportará pasajeros; también cargará consigo décadas de tensiones no resueltas entre progreso e injusticia.
El Tren México-Querétaro es mucho más que un proyecto ferroviario; es un espejo que refleja las complejidades del desarrollo en México. En Tula convergen las promesas del futuro con las heridas del pasado. Mientras el gobierno federal avanza con planes ambiciosos para transformar la movilidad nacional, las voces locales recuerdan que ningún progreso puede construirse sobre cimientos injustos.
Este tren será una realidad técnica en unos años; pero su éxito social dependerá enteramente de cómo se resuelvan hoy las demandas legítimas de quienes han sido históricamente olvidados.