octubre 7, 2025
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La opacidad en la enajenación de Bienes Públicos: Fayad y sus mega-gangas de vehículos para los amigos

La opacidad en la enajenación de Bienes Públicos: Fayad y sus mega-gangas de vehículos para los amigos

Embajador Fayad
Omar Embajador Corrupto

Un Ecosistema de Sospecha

La noticia de la venta de 48 vehículos del patrimonio estatal de Hidalgo a precios irrisorios durante la administración del exgobernador Omar Fayad Meneses ha desatado una ola de indignación y serias interrogantes sobre la transparencia y probidad en el manejo de los bienes públicos. Este caso, que involucra a un líder agrario acusado de despojo y a un exfuncionario clave hoy encarcelado por peculado, no es un incidente aislado, sino un síntoma preocupante de una cultura de opacidad que, según críticos y analistas, permeó la gestión del estado de Hidalgo en ese periodo. La historia de Omar Fayad, hoy embajador de Noruega, y la generosidad de su gobierno con Omar Cervantes Reyes, líder de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA) en Mineral de la Reforma, es un microcosmos que revela posibles patrones de favoritismo, tráfico de influencias y, en última instancia, un desprecio por el

El Corazón de la Sombra: La Venta de 48 Vehículos a Precios Ridículos

La esencia de la controversia radica en la venta de un lote de 48 vehículos del gobierno de Hidalgo a un único comprador, Omar Cervantes Reyes, a precios que desafían cualquier lógica de mercado. La documentación disponible, validada el 26 de julio de 2019 por el entonces Oficial Mayor Martiniano Vega Orozco –hoy un recluso enfrentando cargos de peculado–, revela un patrón alarmante de subvaluación.

Consideremos los ejemplos más flagrantes:

  • Volkswagen Sedán 1984 (antes número 1914 en el inventario): Vendido por mil 200 pesos. Un vehículo con casi 35 años de antigüedad, pero que, incluso en ese estado, su valor de rescate o para partes difícilmente justificaría un precio tan ínfimo. Es equiparable al costo de una comida modesta en cualquier restaurante.
  • Camionetas Ford F-150 y Dodge Pick Up 1990, y Chevrolet Custom 1991: Cada una vendida por mil 840 pesos. Estas unidades, aun con los años transcurridos, representan vehículos de trabajo que, incluso para chatarra o venta de piezas, tendrían un valor significativamente mayor. La idea de que el gobierno las enajenara por menos de 2 mil pesos por unidad es, cuanto menos, desconcertante. Seis camionetas de este tipo fueron entregadas a ese precio.
  • Dodge Neón 2001, Stratus 2000, Neón 2004, Custom 1997 y Volkswagen Combi 1985: Cedidas por 4 mil 740 pesos cada una. Vehículos más recientes que los anteriores o modelos con un valor residual considerable, como la Combi, por un precio irrisorio.

Estos precios no solo están por debajo de cualquier valor de mercado, sino que rayan en lo simbólico, sugiriendo una intención de “regalar” o “favorecer” en lugar de obtener el mayor beneficio posible para el erario público. La justificación para estas transacciones, en términos de valor de mercado o condición de los vehículos, es inexistente. Incluso como “bienes de desecho” o “inservibles”, un proceso de subasta transparente y competitivo, o una venta a precios de chatarra, habría arrojado montos considerablemente más altos.

El Proceso: ¿Simulacro de Transparencia?

Uno de los aspectos más perturbadores de esta operación es la ausencia de competencia. El reporte indica que “no se presentó ningún otro ofertante”. En cualquier proceso de enajenación de bienes públicos, la transparencia y la libre concurrencia son pilares fundamentales para garantizar la probidad y evitar la corrupción. La falta de otros interesados, o la ausencia de mecanismos para atraerlos, levanta serias dudas sobre la legitimidad del procedimiento.

¿Cómo se publicó la convocatoria para esta venta? ¿Se utilizó un método de difusión que garantizara que la información llegara a un público amplio de potenciales compradores? ¿Se establecieron bases de licitación que permitieran una competencia justa? La respuesta implícita en la ausencia de ofertas es que el proceso, o bien fue opaco, o bien fue diseñado para favorecer a un solo postor.

La ley de adquisiciones, enajenaciones y arrendamientos del sector público de Hidalgo, o cualquier normativa similar, establece procedimientos claros para la venta de bienes gubernamentales, los cuales suelen incluir la realización de avalúos técnicos, la publicación de convocatorias en medios de amplia circulación, y la celebración de subastas o licitaciones públicas. La omisión de estos pasos, o su ejecución de manera deficiente, constituiría una seria violación a la normativa y, potencialmente, un delito. La validación de Martiniano Vega Orozco, hoy bajo prisión por peculado, refuerza la hipótesis de que no se trató de un error administrativo, sino de una práctica sistemática de irregularidades. Su participación en la aprobación de esta venta, junto con su situación legal actual, sugiere que existía una red de complicidad o un patrón de conducta corrupta.

Omar Cervantes Reyes: El Beneficiario y sus Sombras

El beneficiario de esta peculiar transacción, Omar Cervantes Reyes, no es un ciudadano común. Es un líder agrario de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA) en el municipio de Mineral de la Reforma. Su figura, sin embargo, no está exenta de controversia. El texto señala que fue “acusado por comuneros de Azoyatla, de invasión e intento de despojo de un predio otorgado en la década de 1930”.

Esta acusación no es menor. Un líder agrario, cuya misión debería ser la defensa de los derechos de los campesinos y la legalidad de la tenencia de la tierra, enfrentando señalamientos de despojo, crea una conexión preocupante. ¿Podría la venta de estos vehículos a precios tan bajos haber sido una “retribución” o un “favor” por algún tipo de servicio o acuerdo extraoficial con el gobierno de Fayad? ¿Existe un vínculo entre la influencia de Cervantes Reyes y la facilidad con la que obtuvo estos bienes públicos?

La UNTA, como organización, ha tenido históricamente una presencia significativa en el panorama agrario de México. La relación entre organizaciones campesinas y gobiernos es compleja y a menudo se presta a dinámicas clientelares. La posibilidad de que el gobierno de Fayad haya utilizado la enajenación de bienes como una herramienta para afianzar lealtades políticas o para obtener beneficios de otro tipo, a expensas del erario, es una hipótesis que no puede descartarse. Es crucial investigar si existían otros líderes agrarios o ciudadanos que hubieran solicitado la compra de vehículos o que hubieran tenido la oportunidad de participar en un proceso transparente, y por qué solo Cervantes Reyes fue el “afortunado” comprador.

El Exgobernador Omar Fayad Meneses: De Palacio de Gobierno a Embajada en Noruega

En el centro de esta polémica se encuentra el exgobernador Omar Fayad Meneses, hoy embajador de México en Noruega. La distancia geográfica y diplomática no debería eximirlo de la responsabilidad sobre las acciones tomadas bajo su mandato. La cadena de mando es clara: el Oficial Mayor reporta al Gobernador, y las decisiones de enajenación de bienes públicos, especialmente de esta magnitud, no son tomadas sin el conocimiento y la aprobación del titular del ejecutivo.

La pregunta que surge es: ¿Sabía Omar Fayad de estas ventas a precios subvaluados? ¿Aprobó conscientemente un proceso que favorecía a un único comprador y que significaba una pérdida para el patrimonio estatal? ¿O fue negligente en su supervisión, permitiendo que sus subordinados operaran con tal discrecionalidad?

La designación de Fayad como embajador de Noruega tras concluir su sexenio generó controversia en sí misma. Para algunos, fue percibida como una “huida hacia adelante” o una forma de asegurar impunidad ante posibles investigaciones de su gestión. La revelación de estas ventas de vehículos, sumada a otros escándalos de corrupción que han salpicado a su administración –como la “Estafa Siniestra”, que involucra a varios de sus exfuncionarios, incluyendo a Martiniano Vega Orozco–, refuerza la percepción de que su gobierno estuvo marcado por prácticas irregulares.

La impunidad percibida en casos de corrupción de alto nivel mina la credibilidad de las instituciones y genera un sentimiento de frustración en la ciudadanía. Es fundamental que, incluso con su actual cargo diplomático, se investigue a fondo su participación y responsabilidad en estas y otras presuntas irregularidades. La figura del embajador no debe ser un escudo contra la justicia.

Martiniano Vega Orozco: El Eslabón Encarcelado y la Red de Corrupción

El nombre de Martiniano Vega Orozco es un factor clave en esta historia. Como Oficial Mayor, era el responsable directo de la administración de los bienes del Poder Ejecutivo. Su aprobación del 26 de julio de 2019 es la pieza documental que legitima, al menos formalmente, la venta de los vehículos. Sin embargo, su actual situación jurídica –preso y acusado de peculado– arroja una sombra aún más densa sobre la transacción.

El peculado es un delito que implica la apropiación indebida de fondos o bienes públicos. La detención y procesamiento de Vega Orozco por este delito, en el marco de la investigación conocida como la “Estafa Siniestra” en Hidalgo, sugiere que las irregularidades en su gestión no eran incidentales, sino parte de un esquema más amplio de desvío de recursos. La conexión entre su encarcelamiento y la venta de vehículos a precios irrisorios no puede ser una mera coincidencia.

¿Fue la venta de estos vehículos una extensión de las mismas prácticas que lo llevaron a la cárcel? ¿Se utilizaron estos bienes como moneda de cambio o como parte de un esquema más complejo de desvío de recursos? La investigación sobre su caso debería expandirse para incluir esta y otras transacciones dudosas realizadas bajo su cargo. La existencia de múltiples exfuncionarios de la administración Fayad bajo investigación o ya sentenciados por delitos de corrupción pinta un cuadro preocupante de la magnitud del problema. La enajenación de estos vehículos podría ser solo la punta del iceberg de un entramado mucho mayor.

El Impacto en el Patrimonio Estatal y la Ciudadanía

La venta de bienes públicos a precios tan bajos no es solo una anécdota. Tiene consecuencias directas y tangibles para el patrimonio estatal y, por ende, para la ciudadanía. Cada peso “perdido” en una venta subvaluada es un peso que deja de invertirse en servicios públicos esenciales: salud, educación, seguridad, infraestructura.

En un estado con necesidades apremiantes como Hidalgo, la dilapidación de activos gubernamentales es inaceptable. Los vehículos, incluso los más antiguos, tienen un valor. Podrían haber sido utilizados para fines sociales, donados a instituciones benéficas con necesidad de transporte, vendidos en un proceso transparente para generar ingresos genuinos para el estado, o incluso desmantelados y vendidos como chatarra obteniendo un mayor beneficio.

El mensaje que estas acciones envían a la sociedad es devastador. Fomenta la desconfianza en las instituciones, alimenta la percepción de que los recursos públicos son manejados de forma arbitraria y para beneficio de unos pocos, y socava la legitimidad del gobierno. Cuando los ciudadanos ven que los bienes que les pertenecen se venden por precios simbólicos a personas conectadas al poder, la fe en la democracia y en el Estado de Derecho se erosiona.

Análisis Comparativo y Precedentes Legales

Este caso no es único en el panorama de la corrupción en México. A lo largo de la historia, diversos gobiernos estatales y federales han sido acusados de enajenar bienes públicos a precios irrisorios, de manera irregular o a favor de allegados. Casos como la venta de terrenos, inmuebles o empresas estatales a precios por debajo del mercado son lamentablemente recurrentes.

En el ámbito legal, la enajenación de bienes del estado está sujeta a normativas estrictas. La Ley General de Bienes Nacionales y las leyes estatales equivalentes establecen los principios de máxima publicidad, transparencia, libre competencia, y el objetivo de obtener las mejores condiciones para el estado. Cualquier acto que contravenga estos principios puede ser constitutivo de delitos como:

  • Peculado: Ya que implica la disposición indebida de bienes públicos por parte de un servidor público. La situación de Martiniano Vega Orozco es un claro ejemplo.
  • Tráfico de Influencias: Si se demuestra que la venta fue producto de la presión o el uso de la posición para favorecer a Omar Cervantes Reyes.
  • Ejercicio Indebido del Servicio Público: Si los funcionarios responsables no cumplieron con sus obligaciones de salvaguardar el patrimonio estatal y actuar con probidad.
  • Uso Indebido de Atribuciones y Facultades: Si los funcionarios actuaron fuera de sus competencias o de manera contraria a la ley para facilitar la transacción.

Para una investigación más profunda, sería esencial acceder a los expedientes completos de la enajenación, incluyendo:

  • Los avalúos realizados: ¿Existieron avalúos técnicos independientes que justificaran esos precios? ¿O fueron avalúos “a modo”?
  • Las convocatorias: ¿Cómo se publicaron y difundieron las convocatorias para la venta de estos vehículos? ¿Se garantizó su máxima publicidad?
  • Los registros de postores: ¿Realmente no hubo otros interesados? ¿Se documentó exhaustivamente la ausencia de otros ofertantes?
  • Los pagos realizados: ¿Cómo se efectuaron los pagos? ¿Se ingresaron al erario público de forma correcta?

La falta de un proceso competitivo en una venta de bienes públicos es una “bandera roja” inmediata para cualquier auditoría o investigación de corrupción. La jurisprudencia mexicana en materia de enajenación de bienes públicos es clara en la necesidad de garantizar la transparencia y la competencia para evitar actos ilícitos.

El Contexto Político: La “Estafa Siniestra” y la Transición de Gobierno

La administración de Omar Fayad se encuentra bajo un intenso escrutinio por una serie de presuntos actos de corrupción, el más notable siendo la “Estafa Siniestra”. Este esquema, que involucra el desvío de miles de millones de pesos a través de empresas fachada y contratos simulados, ha llevado a la detención y procesamiento de varios exfuncionarios de alto nivel de su gobierno, incluyendo a Martiniano Vega Orozco.

La revelación de la venta de estos vehículos a Omar Cervantes Reyes se enmarca perfectamente en el modus operandi que se ha documentado en la “Estafa Siniestra”: el uso discrecional de recursos y bienes públicos para fines ajenos al interés general, y a menudo, en beneficio de individuos o grupos cercanos al poder. La coincidencia temporal –la venta se realizó en 2019, en medio del sexenio de Fayad– y la participación de Vega Orozco, sugieren que estas ventas fueron parte de un patrón sistémico y no un incidente aislado.

La transición de gobierno en Hidalgo, con la llegada de Julio Menchaca Salazar al poder, ha marcado un cambio en la narrativa y la acción contra la corrupción. La actual administración ha impulsado activamente las investigaciones y los procesos judiciales contra exfuncionarios de la administración Fayad. La difusión de este tipo de información, aunque provenga de documentos de 2019, es un reflejo de este esfuerzo por limpiar la casa y transparentar las irregularidades del pasado.

Posibles Rutas de Investigación y Rendición de Cuentas

Para que este caso no quede en una mera indignación pública, es imperativo que las autoridades competentes actúen con rigor. Algunas de las rutas de investigación que deberían seguirse incluyen:

  1. Auditoría exhaustiva de la Oficialía Mayor: Se debe realizar una auditoría forense a todas las enajenaciones de bienes realizadas por la Oficialía Mayor durante la administración de Omar Fayad, no solo de vehículos, sino de cualquier otro tipo de activo público.
  2. Investigación de Omar Cervantes Reyes: Se debe investigar a fondo la relación de Omar Cervantes Reyes con la administración de Omar Fayad, así como sus fuentes de ingresos y su historial de acusaciones de despojo.
  3. Responsabilidad del exgobernador Omar Fayad: Aunque hoy ostenta un cargo diplomático, se debe determinar si Fayad Meneses tenía conocimiento y/o aprobó directamente estas transacciones. Si se encuentran pruebas de su participación o negligencia grave, se deben buscar los mecanismos legales para que rinda cuentas, incluso considerando la posibilidad de un juicio político o el retiro de su fuero diplomático si fuera necesario para una investigación judicial.
  4. Recuperación del daño patrimonial: En caso de que se demuestren irregularidades, el estado de Hidalgo debe buscar la recuperación del daño patrimonial, exigiendo a los responsables el pago de la diferencia entre el valor de mercado de los vehículos y el precio al que fueron vendidos.
  5. Revisión de marcos legales: Evaluar si las leyes de enajenación de bienes públicos en Hidalgo son suficientemente robustas para prevenir este tipo de abusos o si requieren ajustes para garantizar una mayor transparencia y rendición de cuentas.
  6. Participación ciudadana y periodismo de investigación: Mantener la presión ciudadana y el escrutinio periodístico es fundamental para que estos casos no caigan en el olvido y se asegure que se aplique la justicia.

Urgencia de Transparencia y Justicia

La venta de vehículos del gobierno de Hidalgo a precios simbólicos a un líder agrario, con la complicidad de un exfuncionario hoy encarcelado, es un testimonio preocupante de la fragilidad de las instituciones frente a la corrupción. Este caso no es solo una transacción económica, sino un reflejo de un sistema que, en ocasiones, parece operar para beneficio de unos pocos, a expensas del interés público.

La figura del exgobernador Omar Fayad Meneses, hoy con inmunidad diplomática, y la del exoficial mayor Martiniano Vega Orozco, hoy en prisión, son dos caras de una misma moneda en la compleja trama de la corrupción en Hidalgo. La revelación de estas ventas a precios de ganga exige una investigación profunda y sin concesiones, que trascienda las fronteras políticas y geográficas.

La ciudadanía de Hidalgo merece saber la verdad y ver que se haga justicia. La confianza en las instituciones se reconstruye con acciones firmes contra la impunidad y con una transparencia radical en el manejo de los recursos públicos. Este caso, por su descaro y sus implicaciones, se convierte en una prueba de fuego para el compromiso de las autoridades con la erradicación de la corrupción y la salvaguarda del patrimonio que le pertenece a todos los hidalguenses. Solo así se podrá empezar a restaurar la fe en un gobierno que realmente sirva a sus ciudadanos y no a intereses particulares.

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